Al final del pasillo, una silueta. No pude más que quedarme mirando. Tenía la sensación de que cuando avanzara un paso, se movería. Y que ese movimiento no traería consecuencias positivas para nadie. Al menos, no para mí.
En primer lugar, significaría, perderla de vista.
¿Quería perderla? Si mis sentidos se orientaban hacia ella, es de suponer que quería todo lo contrario.
Me mantuve en ese lugar por varios días. Sin darme cuenta habían pasado las semanas, los meses, los años. Cada noche, el pasillo se hacía más largo, se multiplicaban las baldosas como en un cuento sin final. Y sin esperarlo, comenzaron a aparecer habitaciones. Lo noté, gracias a la luz. Recién ahí, me animé.
Caminé unos pasos hacia la dirección peligrosa, hacia adelante. Ahora podía ver mi recorrido desde el centro del pasillo hacia atrás. No entre a ninguna habitación. Ya no eran atrayentes desde esa posición. La curiosidad disminuyó como si fueran habitaciones que me había inventado como excusa para dejar de mirar hacia el final del pasillo.
A medida que me acercaba y tal y como había imaginado, la silueta comenzó a moverse. Apenas comencé a ver un contorno más nítido, noté el desplazamiento.
Lo que no entendía, o lo novedoso se me presentó como interrogante:
¿Por qué no me importaba?
Algo me decía que no se iba a ir muy lejos.
Aunque seguía preocupándome lo que fuera a pasar cuando llegara al final del pasillo. Ya no por la silueta, sino por todo lo que podía llegar a encontrar y que no había tenido en cuenta, aparte de ella.
Mire hacia atrás y hacia mis costados un par de veces. Sin dejar de avanzar. Desaparecieron las puertas de cada habitación real o imaginada.
Mi cuerpo se había vuelto consciente de unos pasos sin titubeos, relajados, rítmicos.
Estoy llegando. La luz es total. Pero no me detiene, porque la silueta ya no existe.
Porque solo eras vos, vista desde lejos. Vos que tampoco te animabas a cruzar.
Y también, todo lo demás.
Qué interesante relato visto desde el punto de vista sentimental, es decir, desde las experiencias propias de quien lee y logra colocarse en el papel del protagonista casi de forma obligatoria. Porque lee y recuerda. Es algo un tanto psicológico, incluso, me parece: «si me acerco a X persona y ésta decide alejarse ¿qué tal lejos de mí voy a quedar? ¿cómo haré para recuperar la confianza en mí mismo? ¿quiero perderla y por eso me mantengo lejos sin acercármele? ¿o estoy convencido de que no tengo oportunidad, pero aún así me acerco para aniquilar toda esperanza que haya en mí?». Y por otra parte, la postura del ego: «¿Esta persona vale más que yo, le estoy otorgando poder para que haga de mí lo que deseé? ¿Qué importa si no soy de su agrado? ¡Si se quiere alejar, que lo haga. A fin de cuentas es tan solo una persona más!»
Esos tipos de pensamientos se me cruzaron al leer este texto. Lo disfruté. Gracias por compartir. Saludos.
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