Ella hizo un ruido grosero.
La gente no comprendía.
– Tenemos que irnos de aquí, le dije.
El resto del día lo pase encerrado. Esa noche, dormí muy bien. Por la mañana, apoyé mis manos en el borde exterior de la ventana y eché un vistazo, desconfiado.
Yo estaba en donde quería. Sin embargo, hice como que miraba el reloj, tratando de actuar serenamente, y de no mirar hacia abajo (por el vértigo).
Me puse el saco, y en forma automática, antes de poder llegar a la puerta, volví la cabeza hacia un rincón del comedor, detrás del armario.
Regresé a la ventana a respirar aire puro y a admirar esta nueva hermosa visión de las cosas y los arboles.
*Cuando no encuentro la forma de decir y necesito decir, agarro el libro de cualquier autor que me guste y voy buscando palabras o frases entre las paginas. Las leo en voz alta, intentando crear algo coherente. Lo hago varias veces, hasta que me encuentro diciendo lo que quería decir, o sino… algo que me suena bien. En este caso me ayudó Mario Levrero y sus «Cuentos Completos».